Delante de la imagen rezó una oración dando gracias de su recuperación, tomó el alfiler, lo besó y lo introdujo en la hornacina de cristal donde estaba la virgen. Cual fué la sorpresa de la joven muchacha que justamente detrás de ella había alguien realizando otra plegaria. Cuando María se dió cuenta no quiso volver la cabeza hasta que el devoto terminara su rezo. Ambos no se conocían de nada, eran dos perfectos desconocidos. Cuando terminaron sus plegarias y tomaron camino, volvieron sus cabezas, cruzándose sus miradas reflejando un sentimiento especial que ninguno supo definir. Pasaron los días y ambos jóvenes se dirigín al mismo lugar a realizar sus oraciones pero con el deseo de verse. Desde ese momento todas las mozas rezan a la Virgen depositando un alfiler como ofrenda para ver realizado su petición de matrimonio.

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